Era una de esas mañanas que empiezan a las 5 de la madrugada, el bebé de 4 meses llorando a chillidos escalofriantes… ¿Será el coronavirus? La peque de dos añitos aparece en la puerta frotándose los ojos “Mamá…” me dice con voz de pena porque lleva días que duerme mal… ¿Será el coronavirus? Las acurruco a las dos en la cama pero el bebé no para de llorar, le intento dar el pecho pero se retuerce y grita… ¿Será el coronavirus? Aparece mi marido en la puerta con ojeras y cara cansada pero se lleva a las niñas y yo me hundo en las sábanas y siento que no puedo afrontar el día… ¿Será el coronavirus?
Duermo.
Me despierta el sonido de risas en el salón y la ausencia de llanto de bebé, a mi marido no le toca trabajar esta semana así que puede pasar más tiempo con las niñas… ¿Será el coronavirus? Entro al salón y sonrío a mi marido que entiende que le hago el relevo, tenemos más complicidad que nunca… ¿Será el coronavirus? Abrazo a las niñas mientras que de la cocina viene un rico olor “¿Estás haciendo bacon?” Mi marido entra con una bandeja “Bacon no, es panceta” responde orgulloso y nos reímos porque en estos días cualquier reivindicación española por muy trivial que sea nos hace sentir mejor… ¿Será el coronavirus? Me da por abrazar, achuchar y comerme a besos a la peque sentada en mi regazo, pero me pone la mano en la boca y me dice “No mama, no. Slow love” y me abraza suavemente. Ahora que tenemos tiempo, querámonos más despacio.